jueves, 6 de marzo de 2014

El doble de Avekrénides.




Avekrénides iba en el tren rumbo a Barcelona, su segunda casa, cuando se dio cuenta de que un señor mayor no paraba de mirarle ávidamente. Era curioso, pelo canoso, bigotito bien recortado, muy bronceado. Estaba seguro de que no lo conocía y aquello le parecía sospechoso.

Siguió leyendo despreocupadamente hasta que llegando a Tarragona el viejecito dio el paso adelante y entabló conversación con Avekrénides. Por su acento no había duda de que era andaluz. Dijo que se llamaba Matías Morales y que vivía en Cornellá pero el motivo de su curiosidad era el gran parecido que Avekrénides tenía con otra persona que él conocía.
Se llamaba Cárdenas y era amigo de su hijo. Le dijo que eran clavados como dos gotas de agua.



Comenzó a contarle la historia de Cárdenas, había sido paracaidista y había estado una temporada en Afganistán matando talibanes sin parar, pues era un buen tirador, se escondía entre las dunas y les reventaba la cabeza a esos cerdos fanáticos.

Amasó una pequeña fortuna en Afganistán, fueron muchos los premios conseguidos y aquello le iba a permitir abrir un negocio a su vuelta a España.

Cuando Avekrénides se enteró del tipo de negocio que tenía Cárdenas en Barcelona, alucinó en colores. ¡Tenía una carnicería! Vendía carne de caballo y con gran éxito porque con la crisis la gente se come lo que sea, todo por la subsistencia.
Su carnicería " El potrillo corredor " estaba en el Mercat de Sant Antoni era uno de sus puestos más populares.


Ya en Barcelona se despidió de Matías, agradeciéndole su compañía y su buena información. Además le prometió que visitaría a su clon y le daría recuerdos.
Avekrénides no pensaba hacer esto ni en broma, no le apetecía conocer a su doble y más si era carnicero.
Él era músico callejero, pacifista, vegetariano convencido y muy sensible con los animales. Pero al final la curiosidad le pudo.

Unos días después Avekrénides decidió averiguar si toda la historia era cierta. ¡Pardiez! que esto no puede ser posible. Cogió el metro hasta Plaça Universitat y decidió caminar un rato por la calle Pelayo distrayéndose con las tiendas de electrónica que tanto le gustan.
Llegó nervioso al Mercat, pero es que uno no conoce a su doble todos los días. Preguntó a la gente por "El potrillo corredor" y no estaba lejos de la entrada. Eso si, todo un tumulto se agolpaba en torno al mostrador.

Avekrénides aprovechó las circunstancias y se camufló entre los clientes para pasar desapercibido. Y entonces lo vio, allí estaba Cárdenas, vestido de negro y con un gran delantal blanco lleno de manchas de sangre.
Tenía una habilidad increíble con el cuchillo: partía chuletones finísimos, deshuesaba, cortaba higadillos todo con una maestría soberbia, vamos un matarife de primera.
Avekrénides quedó petrificado. Cárdenas, como le había asegurado el bueno de Matías era igual, la misma cara, el mismo cuerpo, el mismo cabello.
Eran gemelos, no pudo ni articular palabra. Quedó tan sorprendido que se fue retirando discretamente del gentío y comenzó a volver a casa. Triste, muy triste. Y pensó:

¡ Qué putadas nos gasta la genética !





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