EGO SUM.
San Miniato al Monte se alza en una colina, un admirable enclave que domina toda Florencia. Es una iglesia de estilo románico florentino consagrada a este mártir cristiano que murió durante la persecución decretada por Decio en el 250.
Para subir hasta esta iglesia vale la pena coger el autobús, hay varias líneas en Florencia que suben hasta aquí y la verdad que vale la pena porque el paseo puede llegar a ser tortuoso. Ahora que una vez que lleguen podrán contemplar unas impresionantes vistas de la ciudad florentina que difícilmente olvidarán.
Se accede a la iglesia mediante una gran escalinata, obra de Poggi, y a su terminación hay un bonito cementerio de personas ilustres.
Aquí vive desde el Siglo XI una comunidad de monjes benedictinos que nosotros por suerte tuvimos la oportunidad de oírlos cantar. El ambiente ni que decir tiene que era celestial.
La fachada es del Siglo XII, típica de esta zona ya que está decorada con dibujos geométricos en mármol verde y blanco. Son, sin duda, reminiscencias clásicas, con arcos de medio punto y frontones en perfecto equilibrio.
El mosaico de la parte superior de la fachada, es del Siglo XIII y en él aparece Cristo entre la Virgen y San Miniato.
El interior del templo es de planta basilical con un presbiterio muy elevado sobre una cripta que acoge los restos de San Miniato. La techumbre es bellísima , de madera pintada en el Siglo XIV. El pavimento tiene incrustaciones de mármol blanco y negro,
La Capilla del Crucifijo ocupa el espacio central al pie del presbiterio, fue levantada en 1.447 por orden de Pedro I de Médicis para cobijar un milagroso crucifijo. Los casetones que decoran su bóveda son obra de Lucca della Robbia.
En el ábside destaca un gran mosaico de finales del siglo XIII que representa a Cristo bendiciendo, flanqueado por la Virgen y San Miniato. Toda la Iglesia estaba ricamente decorada, con frescos en las paredes, mosaicos y mármoles.
Tanta belleza en un templo relativamente pequeño hace que la visita a San Miniato sea absolutamente imprescindible si nos encontramos en Florencia y no hay que olvidar las impresionantes vistas que hay desde aquí, parece un auténtico cuadro florentino que hayamos disfrutado en uno de sus afamados museos.
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