domingo, 2 de septiembre de 2018

ABU SIMBEL. TEMPLO DE RAMSES II.



QUIEN NO CONOCE EGIPTO NO CONOCE EL MUNDO.









El impresionante templo de Abu Simbel, mandado construir por el famoso rey Ramses II de la XIX dinastía del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto. está situado a unos 300 kilómetros al sur  de Aswan.

El acceso allí es un poco complicado. Para los turistas o viajeros actualmente se prepara una ruta por carretera con numerosos controles de policía ya que se está bastante cerca de la frontera de Sudán, zona conflictiva por el tráfico de armas.

Hay que recorrer 300 kilómetros por el desierto, en donde es muy fácil que uno desaparezca y no lo vuelvan a encontrar. Nosotros no tuvimos problemas, viajamos cómodamente en un vehículo con  un buen aire acondicionado pero en el exterior la temperatura fácilmente se iba a 40º- 50º centígrados.



Estamos en la antigua Nubia, en la frontera sur del Alto Egipto. En la Antigüedad estaba al lado del Nilo y era el primer edificio monumental que cualquier viajero viniendo del sur se podía encontrar.

Es un templo directamente excavado en la roca, un speos, su fachada mide unos 30 metros de altura por 35 metros de anchura y cada coloso 22 metros.

En los años 60 el presidente Nasser, decidió construir la presa de Aswan, el templo corría peligro de quedar hundido, así que entre 1964 y 1968 con ayuda de muchos países incluida España, el templo fue desmontado pieza a pieza y fue montado de nuevo unos 65 metros más arriba y a unos 200 metros del río.









Tengan en cuenta que el templo estaba pintado, incluida su fachada , por lo que la impresión que se llevaba el viajero al entrar en Egipto era muy fuerte. 

Además a la derecha de este templo hay otro más pequeño que Ramsés dedicó a su esposa favorita Nefertari del que hablaremos en otra entrada.






Centrándonos en la monumental fachada, encontramos cuatro colosos sedentes del rey Ramsés con la doble corona en la cabeza. El cuerpo del segundo coloso por la izquierda se encontró ya caído y se decidió dejarlo tal cual.

Entre las piernas de los colosos aparecen pequeñas estatuas que representan a sus familiares más directos. Su esposa Nefertari, Tuya, la madre del rey  y distintos príncipes y princesas.




Justo en el centro y sobre la puerta  aparece la figura del dios Ra con cabeza de halcón.

Me llamó mucho la atención el friso que hay en la parte superior de la fachada, son babuinos, que en Egipto estaban muy relacionados con el culto al sol, pues cuando amanece los monos se desperezan mirando al sol, alzando los brazos como si lo adoraran.





 Justo en la entrada, por la izquierda aparece una escena  con numerosos soldados nubios derrotados y hechos prisioneros. Aquí comienza ya la campaña propagandística que es en su conjunto el gran templo de Ramsés.




El conjunto estaba diseñado de tal manera que dos veces al año, cuando amanecía, los rayos del sol atravesaban todo el templo e iluminaban directamente el Sanctum Sanctorum con las cuatro divinidades.

El interior es apoteósico y encima tuvimos la suerte de visitarlo casi en solitario, todo un lujo en Egipto.




El interior de los templos egipcios suele responder a un mismo diseño, con un gran corredor central que atraviesa varias salas que van decreciendo en altura y que termina en un pequeño santuario donde se colocaban las imágenes de los dioses.

El techo es plano, aunque ya conocían la bóveda, pero aquí en Abu Simbel, es de grandes losas que soportan el peso de la montaña. Está decorado con pinturas que representan a la diosa Nejbet con sus alas extendidas.







La primera sala que nos encontramos es bastante grande, sustentada por 8 enormes pilastras, cuatro a cada lado y adosadas a ellas, 8 colosales estatuas de Ramsés con rasgos osiríacos.
No hay ni un espacio que no esté decorado y recuerden que además estaba todo pintado.











Las paredes están decoradas con escenas de guerra, del rey venciendo a sus enemigos. Montado en su carro encabezando el ejército contra los hititas en la famosa batalla de Kadesh, venciendo a los sirios, a los libios a los nubios y  a todo el que se pusiera por delante.

Toda una gran propaganda al servicio de Ramses II, un rey guerrero, que volvió a hacer de Egipto una gran potencia militar y económica.






A la derecha de esta sala hay otras 4  pequeñas cámaras de muy baja altura y mal iluminadas que podían ser habitaciones auxiliares del templo.





La siguiente sala es mucho más pequeña, está sustentada por cuatro grandes pilastras y los motivos son aquí religiosos con ofrendas y escenas de los dioses.

La última estancia, es la más importante del templo, es la pequeña capilla de los dioses. 



Los cuatro dioses son de izquierda a derecha: Ptah, Amon-Ra, Ramses II y Ra-Horasti.

Llama la atención la poca luminosidad del templo en su interior. Esto no es lógico, porque nadie se molesta en decorar tanto y tan bien un templo si luego no se va a poder lucir. 

Siempre he pensado que los antiguos egipcios disponían de algún tipo de iluminación que no nos ha llegado. Yo no me creo que pintores, escultores, picapedreros y demás trabajadores realizaran su labor con simples lamparillas de aceite y restos de humos yo no vi por ningún sitio.

Habrán observado que no uso el termino faraón,  reconozco  que es muy peliculero. Faraón es una palabra hebrea que aparece en la Biblia para nombrar al rey de Egipto, pero que los egipcios no usaban y yo tampoco. Prefiero hablar de rey o reina de Egipto.

Con los siglos el templo quedó completamente tapado por la arena del desierto. A partir de la campaña de Napoleón en Egipto comenzaron a llegar al país numerosos cazatesoros europeos. En 1813, el suizo Burckhardt dio con la cabeza de uno de los colosos, pero creyó que solo era una estatua. Se lo comentó al mayor cazatesoros, que no arqueólogo, que había entonces en Egipto, el italiano Belzoni.

Belzoni comenzó a desenterrar el templo y dio con la puerta de entrada. El hombre se quedó alucinado con lo que encontró y rápidamente comenzó a expoliar el templo llevándose todo lo que pudo de su interior.



Creo que hoy en día gracias a las arenas del desierto podemos admirar uno de los mayores tesoros de la Antigüedad. Vale la pena ir hasta allí para contemplar esta maravilla construida entre los años 1.284 a.c. a 1.264 a.c. cuando Egipto era gobernada por el gran Ramsés II.






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